PASTILLAS PARA NO SOÑAR....

18.7.14



Cada día tengo más claro que los sueños, en su significado más estricto, (léanse las tres primeras definiciones de la RAE) están sobrevalorados.


Sí, exacto, me refiero a esas proyecciones en nuestra mente mientras dormimos; vaya usted a saber por qué son esas y no otras. Sí, esas.

Queda muy bello, hablar de lo que soñé anoche. Conocí a mi príncipe azul( tipo "La Bella Durmiente"), o estaba en Australia con mi amiga a la que tanto echo de menos o me subía al escenario y dejaba al Bernabéu atónito con mi espectáculo.

¡Qué bonitos son los sueños!
A mi por lo menos, me dejan un regustillo delicioso, al menos, los primeros momentos del día.

Por el contrario... ¡qué malas son las pesadillas! ¡Uy, menuda desgracia! Que si mi tía la del pueblo moría, que si me persigue un asesino en serie y no puedo andar (¡las piernas me pesaban una barbaridad!), que si se me caen los dientes, que si salgo desnuda o sin zapatos a la calle, que si vuelvo al colegio...(¡un momento, este último se me ha colado, debería estar en sueños bonitos!)

Al contrario que lo que sucede con las idílicas "visiones" de otros días, el sabor amargo, también se instala, al menos, durante los primeros momentos del día en que hemos tenido pesadillas.

Como en todo, ya tenemos asignación para lo bueno y lo malo. Sueño = bueno; pesadilla = malo.

Y yo me pregunto: ¿Existe algo peor que despertar y encontrar una realidad absolutamente alejada de nuestras estupendas ensoñaciones? ¿De verdad es bueno soñar que estas de maravilla con tu persona amada, despertar y que esa persona no esté? ¿o levantarte para trabajar en una oficina, si rastro de ese concierto en el Bernabéu?

Y por otro lado ¿qué sensación de alivio hay más grande que la de levantarse y saber que tu tía la del pueblo esta tan ricamente en el pueblo, o que ningún asesino te persigue ni te ha perseguido y por supuesto todos tus dientes están en su sitio?

Por desgracia hoy he tenido un sueño, de esos bonitos, donde los errores, los fallos y la tristeza no tienen cabida. Y una vez más el despertador ha sonado, devolviéndome a la realidad.

Y es que en esta vida de sueños no se vive y sí de realidad.





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